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jueves, 9 de junio de 2011

Perdón

El que perdona, es que tiene algo apuntado para cobrar; el que pide perdón quiere hacer desaparecer, a cambio de un pago, la huella de algo que hizo sabiendo que hacía mal, o cuando menos que reconoce que hizo mal.
Yo pienso que el perdón es una argucia. Tan solo puede existir, como existe en nuestra sociedad, fruto de muchos siglos de repetir una falacia, en la búsqueda del alineamiento de la gente en función del más allá, para que renuncien a lo próximo. La realidad pretérita tan sólo cabe conocerla, y a partir de ella hacer autocrítica. Nadie puede borrar el pasado, antes bien, hay que ser honrado con él. Si alguien en su autocrítica encuentra un daño hecho a otra persona debe manifestarle de una manera inequívoca el reconocimiento de su falta, reponer en la medida del posible el daño hecho y comprometerse en función de la autocrítica y del aprendizaje de la lección del suceso, para que nunca más vuelva a suceder.
El perdonar, es decir, quedar con la sensación de que no pasó nada después de confesarlo, es un hurto y un abuso contra el damnificado. Si hay intermediarios, o sea, alguien que perdona en el nombre de otro, es una artimaña artificiosa. Si por obtener el perdón pensamos que la persona es la misma de antes, estamos alineados a unas creencias que no tienen en cuenta la razón.
Este preámbulo no tiene otro objeto que hacer entender porque a la hora de elegir su voto muchas personas no tienen en cuenta la corrupción de los que van en las listas. También da explicación a por que aplauden a sus delincuentes (que suponen perdonados), mientras condenan a los contrarios que cometen el mismo delito.